LA ENTRADA AL REINO
Vuelvo a recobrar la conciencia, esta vez la angustia
desapareció, una gran paz se apodera de mi alma, sujeto la daga de
mi padre con una mano y me toco los labios con la otra, pensando en
el último beso que le di a mi amada esposa. Levanto y dirijo mi
mirada hacia el montículo donde se encuentra el Arca, reluciente
nuevamente, y mirándola, la luz cada vez se hace más y más
intensa, ya no siento dolor sino una inmensa sensación de gozo y
bienestar, y escucho estas palabras, las últimas de mi existencia
sobre la tierra:
“Bien
hecho mi siervo, tu honestidad y servicio tendrán su eco en la
eternidad y tu nombre será reconocido para siempre como uno de los
valientes de Israel. Entra al reposo de tu Señor”.
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