martes, 13 de noviembre de 2012

De Jerusalén a Roma (parte II)



     Tras la declaración de Pedro, los hermanos reunidos en Asamblea, decidieron que no se debía molestar a los creyentes gentiles con estos asuntos y establecieron unas normas generales para ellos, encomendando a algunos hermanos, para hacérselas llegar mediante una carta, en la que decían:

     "...Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros mayor carga que estas cosas esenciales: que os abstengáis de cosas sacrificadas a los ídolos, de sangre, de lo extrangulado y de fornicación. Si os guardáis de tales cosas, bien haréis. Pasadlo bien." (Hechos 15:28-29).

     Para muchos comentaristas, los discípulos lo que hicieron es aplicar las normas que ya estaban establecidas, debían cumplir los extranjeros que se unían, o residían, junto al pueblo de Israel ,en Levítico cap 17.

     Pienso que fue una decisión excepcional, un modo perfecto en que pudieran convivir estos dos grupos de creyentes, los de origen judío y los gentiles. Pues para los hermanos judíos era un gozo permanecer en las costumbres de su pueblo, no de la forma extremadamente legalista de los fariseos, sino siguiendo el ejemplo del Señor, pues, Yeshúa, fue circuncidado, guardaba el sábado de la forma correcta y participaba de las fiestas que daban testimonio de Él. Por otro lado, los gentiles se sentían liberados de lo que para ellos era una carga, ateniéndose a esas sencillas e importantes normas. Pero todos tenían claro que era por la fe en Jesús y por su gracia, que podían obtener la salvación, como ya hemos visto.

     En mi opinión, lo que ocurrió fue que, a los primeros discípulos, les llegó por sorpresa la noticia de que miles de gentiles se estaban convirtiendo al Señor, a pesar de la gran comisión que Éste les enconmendó. Ellos estaban centrados en su mundo judío, esperando, además, un pronto regreso del Salvador, esta vez como Rey y para reinar. Creo que la carta de Pablo a los Gálatas, debió de ser escrita en ese momento en concreto, poco antes del concilio de Jerusalén, pues estos hermanos se veían forzados por algunos judíos creyentes, a seguir las normas de la Torah, tal es así que incluso el mismo Pedro fue amonestado por Pablo, y también Bernabé se vio confundido (Gálatas 2:11-13). Al menos el incidente con Pedro, debe de haberse producido antes del concilio de Jerusalén, pues si  hubiera acontecido después, Pablo habría hecho referencia a lo establecido en él y además sería señal de que dichas normas no se estaban aplicando, por parte de Pedro y Bernabe, lo que me parece altamente improbable.

     En definitiva, a partir del concilio de Jerusalén (año 50, aprox), pienso que había dos grupos en la iglesia primitiva, el de los judíos creyentes que seguían en las costumbres de su pueblo (aunque no de la forma estricta farisaica, y por supuesto, sabiendo que el único sacrificio que quitaba los pecados fue el del Mesías), y el de los gentiles que estaban exentos de guardarlas. Esto lo podemos ver en el capítulo 16 de Hechos, donde, por un lado, observamos que Pablo circuncidó a Timoteo, pues para los creyentes judíos era algo importante aunque no fuera necesario para la salvación, y por otro fue visitando a las iglesias entre los gentiles, entregando la carta con las recomendaciones de los apóstoles, adoptadas en el concilio. Y es por eso también, que el mismo Pablo que condenaba a los judaizantes de los gentiles, participaba y vivía las fiestas conforme a la Torah, tal es así que incluso hacía votos (Hechos 18:18).

     Y así fue funcionando la iglesia bajo la dirección de los apóstoles, desde Jerusalén. Eran lo hermanos gentiles los que estaban "injertados en el olivo" (Hechos 11:16-18), los que aprendían de las tradiciones hebreas disfrutando de la libertad en Cristo.

     Pero, tras la muerte de los apóstoles y las dos grandes rebeliones judías contra el imperio romano, la situación cambió. Después de las guerras, especialmente cuando el emperador Adriano decretó la expulsión de los judíos de su tierra (año 135), éstos y sus costumbres pasaron a ser proscritos en todo el imperio, se prohibió el estudio de la Torah y la observancia del sábado.

                   

     Y por desgracia, un cierto antisemitismo empezaba a aflorar dentro de la iglesia. Se empieza a imponer la interpretación alegórica de las Escrituras y a considerar que el verdadero pueblo de Dios ahora es sólo la iglesia. Al estar prohibido por ley guardar el sábado, los cristianos fueron teniendo sus reuniones en domingo, el día del dios sol, día oficial del imperio.

     De hecho, en una época tan temprana como el año 150 de nuestra era, Justino mártir en su diálogo con el judío Trifón, expone que la observancia del sábado y otras festividades eran una especie de castigo que el Creador había impuesto a ese pueblo rebelde y de dura cerviz. Y, con el paso del tiempo, se fue sembrando la idea de que este día debía ser sustituido por el domingo, como día sagrado de reposo. Por ello, hasta nuestros días ha llegado la enseñanza de que el domingo es el día sagrado a celebrar porque es el día en que el Señor resucitó, pero la realidad es que no hay un sólo texto bíblico que respalde esta afirmación. Todo lo contrario, el día de reposo es un pacto eterno (de Dios con el pueblo judío) establecido en los diez mandamientos. Otra cosa es que los gentiles no estemos obligados a guardarlo, pero creo que el peso de la tradición nos ha cegado en este asunto y no le damos el reconocimiento debido a este día que el Señor santificó.

      En definitiva, esas iglesias gentiles que eran las ramas injertadas en el olivo, pasaron, en muchos aspectos, a intentar ser el olivo, en el que se injertaban las historias del antiguo testamento de forma alegórica, para enseñanza. Y las iglesias judeocristianas, que habían huido de Jerusalén, estableciéndose al oriente del Jordán, cuando la vieron rodeada de ejércitos, conscientes de la profecía que Jesús hizo sobre ella, pasaron a un segundo plano. Los últimos testimonios que se tienen de hermanos judíos de los primeros siglos son el de Jerónimo, en el s. IV que describe a los que el llama "nazarenos", como judíos que aceptan al Mesías de tal manera que no cesan de observar la Ley, y el de Epifanio que cuenta que estos nazarenos son diferentes a los judíos en cuanto a la creencia en que Jesús es el Mesías, pero diferentes también a los cristianos pues siguen la Ley en lo demás, utilizando finamente el hebreo, en el que tienen además escrito el evangelio de Mateo.


     Por otro lado, en las congregaciones se empezaron a sustituir los obispos en plural, por uno solo que fue tomando poder, cambiando y jerarquizando la sencilla organización de la iglesia primitiva. Y, ya desde mediados del siglo II, el obispo de Roma, por estar en la capital del imperio intentaba imponer su criterio, sobre los otros tres centros importantes del cristianismo entonces; Alejandría, Antioquía y Jerusalén cuyo nombre el emperador Adriano cambió por Aelio Capitolina, pasando a ser griegos los obispos de allí, pues los judíos tenían prohibida la entrada a la ciudad.

continúa...

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